miércoles, 28 de octubre de 2009

Primero -2° Parte-

Bueno, la cosa es así. Él era muy pendejo, yo era muy pendeja. Me faltaban demasiados golpes como para saber qué era lo que tenía que hacer. No es que ahora, después de varios trompazos de la realidad, la tenga muy clara, sabemos que uno nunca termina de recibir las piñas suficientes, pero algo más de experiencia adquirí en estos años como para saber que tuve poco tacto.
Básicamente lo que pasó fue que, después de vernos solo un par de veces “face to face” (y nunca solos, obvio), yo no podía creer como mi camino al casamiento y a la familia con dos hijos y tres perros todavía no había iniciado. Por eso decidí meter manos en el asunto. No hace falta aclarar que me salió como el culo. Maquiné de más, me hice la novela, actué en consecuencia y no pude entender cómo él no participó del mismo culebrón. (Él tampoco estuvo muy bien de todos modos, pero eso no viene al caso).
Después de ese momento llegó el bajón. Con la misma facilidad con la que había construido un castillo de naipes lo tiré al carajo. El otrora Príncipe Azul era un inepto, idiota y muchísimos adjetivos negativos más. Fue un duelo largo, durante el proceso lo crucé un par de veces, y todas ellas fueron raras, bastante bizarras. Finalmente, 5° año, con todo lo que ello implica y sobre todo Bariloche, fueron mi puerta de salida. De salida de él, pero de entrada a mí, a la que soy ahora. Mi personalidad comenzó a gestarse.
Sumé kilómetros de calle, de caminatas, de viajes en colectivo, en micro, en avión; horas de charlas, de terapia.; litros de alcohol; noches; experiencias, muchas nuevas experiencias, muchas estampidas contra la pared; nueva gente, nuevos amigos, nuevos compañeros, nuevos hombres. Sumé una facultad, una carrera, construí una forma de pensar, una forma de ser. Cambié, mucho cambié.
Nunca corté contacto con Primero, seguimos hablando de vez en cuando durante todos estos años. De hecho, después de los primeros meses de odio, ese tiempo que siempre existe cada vez que termino una relación, ese en el que necesito odiar para que el olvido se me haga menos difícil, Primero volvió a caerme bien, bastante bien, pero nunca había creído en la posibilidad de volver a verlo con los mismos ojos con que lo miraba durante aquellos años, nunca hasta hace un par de semanas…

lunes, 26 de octubre de 2009

Primero. Primera parte (valga la redundancia)

A Primero lo conocí hace bastante tiempo, no voy a decir mucho porque tampoco soy tan vieja, pero digamos que fue hace un tiempo considerable. Lo llamo Primero porque fue el primero de mis amores más “adultos” por decirles de alguna manera, aunque de adulto tuvo poco, y de amor creo que menos.
A mi me gustaba mucho, pero mi atracción hacia él empezó gracias a una charla. Me atrajo su forma de pensar, su forma de ser (increíble que haya actuado así a los 14 años y no lo haya hecho mucho más adelante en mi vida, cuando correspondía ser menos superficial, pero bueno, ese es otro tema).
Era amigo de una amiga y ella no se enteró de mis sentimientos hasta pasados varios meses desde la reunión en la que comenzaron. No quería decírselo, creo que me daba vergüenza, no sé, no me acuerdo exactamente por qué fue que no hablé en seguida, pero no lo hice.
Durante lo que quedaba de ese año y el siguiente, el lugar de Primero en mi cabeza no fue el principal. La fiesta de 15, los nuevos amigos, los viejos, otros amores –la mayoría platónicos-, y todas esas cosas típicas de la edad lo fueron corriendo del centro. Sin embargo, aunque corrido del foco principal, él nunca se fue de mi cabeza.
Tenía 16 años cuando Primero decidió volver a ser el protagonista de mis pensamientos. Me empezó a mandar mensajes de texto (aclaremos que esto pasó en 2004, cuando los celulares todavía no eran tan populares, razón por la cual yo me volvía loca cada vez que recibía alguno de su parte) y hasta me mandó cartelitos con mi nombre a través de mi amiga (no hace falta decir que casi me muero de amor cuando me los dio).
Todo se mantenía en stand by, hasta que mi amiga decidió hablar. Esa noche fui tan feliz que no pude dormir. Nunca, antes de esa noche, se me había ocurrido pensar que a alguien podía írsele todo el sueño y el cansancio por una alegría, por más grande que esta sea. En esa cena me enteré que él “gustaba tanto de mí como yo de él”, y mi ilusión empezó a inflarse con cada palabra, con cada minuto que pasaba.
Para mí, esa noche se acababa de escribir, sellar, firmar y lacrar mi futuro; y se había escrito, sellado, firmado y lacrado en la misma hoja que el de él. Lástima que no siempre las cosas se dan como uno cree…


Continuará...


Les cuento a las chicas que me aconsejaron en el post anterior y a los que siguen el blog (si es que hay alguien además de ellas cuatro) que ya hablé con mi jefe para no renovar el contrato, él lo tomó muy bien y mis compañeros están contentos por mí. A partir de la semana que viene soy una desempleada más con tiempo para estudiar y escribir, asique estoy muy feliz.

martes, 13 de octubre de 2009

Decisiones

Qué dificil es tomar decisiones a veces. Es la segunda vez en mi corta -o no tanto- vida en la que me tengo que enfentar a elecciones complicadas (no es que no haya tenido que elegir otras veces, solo que en general no es algo que me cueste demasiado). Lo que vuelve estas situaciones particularmente complicadas no es, en realidad, la decisión en sí misma, ya que en en el fondo sé perfectamente lo que quiero hacer. Lo que pasa es que siempre hay detalles externos que enroscan la situación. Sobre todo, lo que más difícil me la hace, es afrontar el momento de comunicar lo decidido, aunque sepa que me espera algo mejor, me altera a niveles incalculados comunicar que no quiero seguir con algo.

Ahora estoy enfrentando esta encrucijada en cuestiones laborales. Sé que este trabajo no es lo mío, no me gusta, no me interesa, no me aporta nada. Ni siquiera a nivel humano me muero por quedarme, no es que mis compañeros tengan mala onda, pero no sé, simplemente no son la clase de persona con la que podría establecer buenas relaciones.
No quiero seguir acá, encerrada en un ambiente que no es el mío, en el que todos opinan sobre todo, en donde nadie se informa sobre nada. Yo, que aprendí a encontrarme en un microclima de debate y argumentaciones fundamentadas, ese que describí en el post anterior.
No me hayo cargando datos todo el día, ayudando a que Nike ingrese al país mercadería cosida por nenes esclavos en Indonesia. No me banco tener que hacer cosas para las que no me contrataron.
Me molesta tener que hacer las cosas de la facultad "para cumplir" cuando sé que las haría con mucho placer de tener más tiempo. Odio gastar mis energías en cosas que no me interesan.

Pero... ¿por qué no renuncio?, aunque para ser fieles a la realidad la pregunta sería: ¿por qué no planteo el hecho de no renovar el contrato? No es por la plata, tengo la suerte de poder vivir sin ingresos propios por algunos meses (de hecho podría vivir de mis padres mucho tiempo, solo que no me gusta)
No lo hago porque me cuesta, porque me cuesta enfrentarme a mi jefe y decirle que voy a hacer lo que le prometí que no iba a hacer: abandonar a los 3 meses. Porque dejo a mi compañera con la tediosa tarea de volver a enseñarle a otra persona todo lo que me acaba de enseñar a mí. Porque tengo culpa.
Culpa porque prometí quedarme.
Frustración porque veo que no soy de esas personas que pueden estudiar y trabajar todo el día y me fastidia soberanamente descubrir mis debilidades.
Descepción e insertidumbre porque siento que nunca voy a poder trabajar, me siento vaga, y nunca fui vaga, porque odio ser vaga.

Voy a terminar renunciando (o no renovando contrato), lo sé, pero todo esto se me pasa por la cabeza todo este tiempo previo a hablar con mi jefe y comunicarle la noticia.