jueves, 23 de abril de 2009

Me agarró la mano. Todavía siento cosquillitas cuando recuerdo el momento en que se entrecruzaron nuestros dedos. Sin embargo en ese instante no pude activar mis sensaciones, mantuve apagadas mis emociones, me salí de mí y, como siempre, valoricé más a los “otros”. Lo solté. Ni siquiera registré el momento en que lo hice, pero lo dejé ir, aunque haya seguido al lado mío. Era un augurio de lo que iba a pasar.

martes, 21 de abril de 2009

A veces no es solo una cuestión de querer (de desear, digo, de tener ganas de algo), a veces pasa por otros lados, no se bien cuales. Atrás, al fondo, adentro. Algo nos brota automáticamente sin pensarlo, "me salió del alma", dirían algunos; impulso, dirían otros. No se, desconozco si me sale del alma o si mi barrera impulsiva tiene filtraciones, pero todo acto fallido esconde algo, al menos eso creo haber leído alguna vez mientras estudiaba psicoanálisis.
Pero hay uno, un hecho, algo que hice sin pensar, que me tiene enredada hace varias semanas, que me tiene invadida por preguntas que intento responder a cada hora del día. ¿Por qué lo hice si no quería? ¿Qué me llevó a actuar de esa manera? La respuesta la encontré, pero creo que en algún punto me niego a aceptarla. Existe una de esas preguntas me fastidia particularmente, que me enoja mucho más que las otras, ¿tendré una segunda oportunidad?

viernes, 17 de abril de 2009

"El amor de tu vida no te va a tocar el timbre" 2º parte

Fue una mañana de martes, me acuerdo porque volví temprano de la facultad. Llegué, me saqué las zapatillas y me puse el pijama. Estar en jean en mi casa me resultó y me sigue resultando imposible. Calenté el agua y prendí la radio, un sahumerio de lavanda y listo, el ambiente perfecto para mi merecido (o puede que no tanto) relax.
¡Ring! El timbre me hizo volver a la realidad de repente. No se cuanto tiempo había pasado, pudo haber sido una hora o quince minutos, la lavanda me pierde. Al llegar al portero eléctrico tuve que callar el sinfín de insultos al aire para poder averiguar la identidad del culpable de tan atroz acción. “¡Sodero!”, respondió el maldito. “Ya voy”, dije notoriamente malhumorada. Mientras agarraba los sifones pensaba en cuanto odiaba que no respetaran mis horarios, “después de la una”, les había aclarado más de una vez.
Abrí la puerta con mi mejor cara de mala. “¿Te desperté?”, me dijo el muchacho centrando su mirada en mi vestimenta y haciéndose el gracioso. No era mi sodero de siempre y me cayó mal tanta confianza. “No”, balbuceé sin mirarlo. Ni siquiera me reí, “son cuatro” respondí entregándole los sifones.
De repente mi fastidio se pasó, todavía insisto en que me debe haber echado mal de ojos. Por cuestiones temporales no puedo asegurarlo, pero podría jurar que en ese preciso momento me empezó a doler la cabeza. Cuando el camión arrancó cerré la puerta y me apoyé sobre ella. Tenía dibujada, en la cara, una sonrisa de oreja a oreja.
El martes siguiente me fui antes de clase. Cuando llegué a mi casa no me saqué las zapatillas ni el jean. En cambio me maquillé un poco y me peiné. El aroma de mi cuarto ya no era del sahumerio de lavanda, ahora venía de mi frasquito de perfume importado. Esta vez él no hizo ningún chiste aunque yo sí me reí. Lo saludé con un beso y me sonrojé.
Los martes fueron pasando y ya no fueron solo martes, también fueron miércoles, jueves, viernes, sábados, domingos y lunes. Tampoco fueron solo mañanas, fueron noches, tardes y días enteros. Él ya no es sodero ni yo sigo estudiando. Ahora vivimos juntos y yo le digo a mi hija que tenga cuidado, porque cuando menos se lo espere, el amor de su vida le puede tocar el timbre.

miércoles, 15 de abril de 2009

"El amor de tu vida no te va a tocar el timbre"

"El amor de tu vida no te va a tocar el timbre, nena”, me dijo incontables veces a lo largo de mi vida. “Ya lo se mamá, dejame en paz, ¿querés?”.
Y si, mi madre no era muy diferente al resto. Había crecido con la tradicional idea de que las mujeres tienen que casarse y tener hijos; todo antes de los 30, obvio, sino en la cola de la verdulería ibas a convertirte en “la solterona” mucho antes de lo que tus racionales expectativas te preparasen para semejante cartel.
Pero yo estaba cómoda así. La verdad, mis ganas de de salir a buscar un novio eran nulas; y bueno, mi futuro novio no me iba a tocar el timbre. Mi mamá no podía soportar mi soltería, y menos aún mi falta de preocupación ante el tema.
Que enroscada es la vida a veces, o al menos la mía siempre lo fue. Cada vez que pienso en todo lo que pasó me cuesta creer que haya ocurrido de verdad.

jueves, 2 de abril de 2009

Y hoy, 2 de abril de 2009, me recibí de Histérica. Me odio, no me soporto, me cansé de ser así. Basta.