Si yo no quiero tener novio, no quiero, se que no. Si, ya se, quiero a alguien "más fijo" (por decirlo de alguna manera) pero eso no es un novio. No lo es. Se que me va a cansar, lo se, no me discutan. Ya me pasó, no me va la llamadita cada día, no quiero el "tengo que ver a...". Quiero que me llame cuando se muere de ganas de escucharme, un "quiero verte". Pero... Por qué me cuesta hablarle? Por qué le doy tanta importancia? Por qué tiene ese lugar en mi vida? Me hace transmitir el deseo de una relación que no quiero, me hace sentir inseguridad, confusión, insertidumbre... Y no! no tengo dudas, yo se muy bien que no quiero novio, creanmé! Entonces, si no quiero, de qué tengo miedo? Por qué me preocupa que el otro piense que si, que estoy enganchada? Si total no lo estoy. Creés que muero por vos? Qué lástima! Solo me encantaría pasar un buen momento al lado tuyo y te lo estás perdiendo. No importa, ya vendrá otro. Pero... No quiero a otro, lo quiero a él. Sí, no quiero novio, pero lo quiero solo a él y esa es la cuestión.

Cupidos en la tierra

- Y? novio?

- No, no…

- Pero qué pasa con estos hombres?!?

- (Y qué carajo te hace pensar que son ellos los que no quieren?)
Jaja, igual estoy bien…

- Ya vas a encontrar uno, no te preocupes.

- (PERO QUÉ PARTE NO TE QUEDÓ CLARA?!? ESTOY BIEN, NO QUIERO NOVIO)
Igual estoy tranquila así.

- Tengo un bombón para presentarte! No sabés!

- (Y quien mierda te dijo que yo quiero que me presenten a alguien maldita cupido frustrado!? No soy tan siome!, si quiero a alguien me lo busco solita!!)
No... En serio, estoy bien, gracias.

- Es re churro! Y encima estudia abogacía!

- Ja… ja….
(Evidentemente algo no está quedando claro, y ahí llega la mentira salvadora de momentos incómodos)
Igual… Estoy empezando a ver a alguien…

Una caipirinha. Él sentado cerca mío, provocándome. Yo mirándolo, como siempre, sonriéndole. Mi lengua se debate entre el azúcar y las limas. Cierro los ojos y trato de apagar el resto de los sentidos, disfrutar ese trago con cada papila gustativa. Es la alegría de las vacaciones, la calma de la playa, la paz de un atardecer mirando el mar. Las sensaciones se tropiezan alborotadas. Es el relax después de un día de trabajo, el recuerdo latente de una de las mejores épocas de mi vida y él. Él y su sonrisa. Un momento para atesorar en el rincón más seguro de mi memoria.

Hoy sí quería.

Y se notó.

8 de marzo - Día de la Mujer

Podemos darle tantas vueltas a una situación que perdemos el punto de partida. Podemos pasarnos una noche entera hablando solo de hombres, podemos putearlos de arriba abajo y estar, al mismo tiempo, esperando que él nos mande un mensaje. Podemos derretirnos con una sonrisa o alegrarnos porque una amiga nos tuvo en cuenta para el más mínimo evento. Podemos (y debemos) ir juntas al baño mientras los hombres se preguntan por qué coño tardamos tanto. Podemos sentir ternura por casi cualquier cosa. Podemos perder total y completa objetividad cuando hablamos del chico que nos gusta. Podemos pintarnos las uñas mientras hablamos de política y analizar sociológica y psicológicamente (casi con rigor científico) cualquier tipo de relación. Tenemos la camaleónica capacidad de cambiar ante cada situación. Podemos opinar de mujeres, mirarles el culo y hasta besarlas sin parecer gays.

Y si, tal vez estemos locas, tal vez no sepamos lo que queremos o tal vez queramos muchas cosas al mismo tiempo. Puede que seamos contradictorias y que nada nos venga bien, o que nuestros deseos cambien por completo de la noche a la mañana. Podemos ser molestas, quisquillosas, histéricas o mandonas y echarle siempre la culpa a que “nos vino”. Pero también queremos incondicionalmente, nos dejamos seducir por una sonrisa o una mirada. Podemos justificar todos los chamuyos y las boludeces de ese chico con frases como “pero es tan dulceee”. Soportamos comentarios babosos cuando vamos por la calle y tenemos que andar esquivando manos caminando por un boliche. Nos bancamos todos sus chamuyos mega archi conocidos, sus piropos cliché y sus comentarios guarangos porque entendemos que son así, y así nos gustan. Nosotras somos mujeres y así es como viene el combo, banquenselá, che!

¿En qué punto exacto de mi vida es que empieza la película? ¿Cuál de ellos es mi co-protagonista? ¿Con quién voy a estar abrazada al final, cuando la gente aplauda?

A veces me encantaría leer el guión de mi vida y saber cual va a ser el desenlace de todo. Leería mi vida día por día, sabría qué me espera, lo procesaría con tiempo y me tranquilizaría. Después fingiría sorpresa, pero sabría la respuesta más inteligente a cada comentario. Actuaría la reacción correspondiente y todo sería perfecto, de película.

Cuando vuelvo a la realidad me doy cuenta de que es mejor no saber, que es mejor esperar y dejarme sorprender por la vida. Que la espontaneidad reina la cotidaneidad y que en este reino no se permiten ensayos, no hay vigésimocuarta toma ni ediciones ni copy-paste; solo hay viví tus experiencias y aprende de tus errores.

Uno que me emboba, con cada foto, un poquito más. Que me puede con esos ojos de nene chiquito y esa sonrisita pícara. El otro que me hace retroceder años en mis relaciones con el sexo opuesto. Que hace que de repente me encuentre teniendo celos por nada, que tiene ese no se qué que yo sola le veo y que me derrite por dentro, que me vuelve irracional, que no me deja más que ganas de verlo YA. Es la diferencia entre el “me encanta” y el “es que es él… es taaan…” (Dicho con una sonrisa y un brillo irreproducible en los ojos) que los hombres jamás van a entender.

Maldita manía de colgarme en Facebook, termino así, un domingo a las 12 am, con futbol de primera de fondo, filosofando sobre mis no-amores.