domingo, 15 de marzo de 2009

Una caipirinha. Él sentado cerca mío, provocándome. Yo mirándolo, como siempre, sonriéndole. Mi lengua se debate entre el azúcar y las limas. Cierro los ojos y trato de apagar el resto de los sentidos, disfrutar ese trago con cada papila gustativa. Es la alegría de las vacaciones, la calma de la playa, la paz de un atardecer mirando el mar. Las sensaciones se tropiezan alborotadas. Es el relax después de un día de trabajo, el recuerdo latente de una de las mejores épocas de mi vida y él. Él y su sonrisa. Un momento para atesorar en el rincón más seguro de mi memoria.

No hay comentarios: