lunes, 5 de abril de 2010

Cosas que pasan

Este viernes santo que acabamos de pasar tuve un cumpleaños en el cual me reí mucho, bailé un poco, tomé casi nada de alcohol, bastante frío y me volví a reir.
Después de cenar en la casa del cumpleañero y pasar un largo rato en una plaza de la zona fuimos a un bar/boliche con la intención de terminar la noche moviéndonos al ritmo del reggaeton, la cumbia y todo tipo de ritmos latinos. Pero no pudo ser. Después de estar un buen rato sentados en los silloncitos esperando por la música logramos bailar, aunque 20' más tarde tuvimos que volvernos a sentar y finalmente retirarnos para ver cómo los dos buenos hombres de municipalidad clausuraban el lugar (todavía no sé por qué).
Tras corroborar que el homenajeado no se agarrara a piñas con el dueño del bar (la conjunción de enojo, efusividad y alcohol no es siempre la más adecuada) me dirijí hacia la parada del colectivo. A los pocos minutos (increiblemente) ya estaba arriba del mismo charlando alegremente con mi prima y ahí fue cuando necesite usar mi celular.
Abrí la cartera y revisé el bolsillo en donde lo guardo siempre, no estaba. Revisé los otros compartimientos, tampoco. Empezó mi desesperación. "¡El celular, el celular!, ¡perdí el celular!" gritaba mientras mi prima me calmaba y buscaba ella misma en mi cartera. "Llamalos a los chicos que capaz todavía están ahí, que les digan que se me debe haber caído de la cartera". Jesi, con el celular en la oreja, se dispuso a llamar pero no pudo, saldo insuficiente. "Bueno, ahora cuando llegamos a casa los llamo", me intentó consolar. "¡No!", dije decidida, y nos bajamos.
Caminé (casi corrí) las que en ese momento me parecieron infinitas cuadras, tan rápido que le saqué a Jesi una cuadra de ventaja, estaba aterrada porque no creía que quedara nadie, a esa altura, en el pub.
Dos cuadras antes de llegar vi, en la parada del colectivo, al guardia de seguridad de dicho local nocturno. Jamás presto atención a estos señores porque en general me caen bastante mal, pero este se parecía a Ricardo Fort, razón por la que había llamado mi atención la media hora que esperé, parada en la puerta, que me dejaran entrar al boliche. En fin, la cosa es que reconocí al falso Ricky y fui corriendo, casi sin aire y sin una mínima idea de qué era o por qué estaba haciendo lo que hacía, a contarle que creía que me había olvidado el celular en el bar.


Se me hizo largo, así que mañana les cuento como siguió la historia...

1 comentario:

Fulana dijo...

A mi me gustan los posts largos!