Últimamente me descubrí demasiadas veces discutiendo conmigo misma, pero no una discusión pasajera, debates fuertes, de blanco o negro, sin grises, de esos en los que una de las dos partes pega el portazo y se va. El problema es que mi cuerpo es uno y no hay forma de escapar.
Demasiado tiempo soñando, creo. Mi mente fantasiosa voló de más. Creé un personaje de mi misma que entró en conflicto con mi otro yo, el que siempre existió, el que había construido y con el que me manejé (mal o bien) toda mi vida (tal vez no toda, pero desde que tengo memoria).
No es que me gustara, no se si estaba conforme con él, por las escapadas mentales y la cantidad incontable de horas que pasé soñando despierta supongo que, en el fondo, tan feliz con él no estaba, pero sabía llevarlo, estaba cómoda, no me cuestionaba tanto todo.
Evidentemente mi alter ego aún era demasiado insignificante como para ejercer alguna influencia. Ahora no, ya no, lo dejé crecer, lo alimenté con mis deseos incumplidos saciados en historias imaginadas. Él ya no quiere vivir en mi mundo de fantasías, necesita palpar la realidad. Está ganando espacio lentamente y no se cuanto tiempo de vida le quedará a mi yo “real”.
Si dentro de un tiempo me notan cambiada, ya saben qué pasó (y creo que en el fondo lo espero con ansias).
Si tienen ganas y tiempo los invito a leer mi cuento El elegante pantalón de tiro alto